..Txus Romon reflexiona sobre el entrenamiento del trail runner
Rodajes para disfrutar.
Sabías las palabras de nuestro amigo y gran corredor Txus Romón.
Nuevamente, vuelve a la carga, con un artículo donde plasma su
naturalidad y sentido común a la hora de opinar sobre el entrenamiento:
"Profunda la frase, lo dijo Pazos en “AIRBAG”; todos sabemos en
que consiste, tenemos teorías de todos los tipos y todos acabamos
volviéndonos locos.
Es la eterna pregunta, la curiosidad reconcome nuestras entrañas
cerebrales cuando tenemos la oportunidad de arrimarnos a alguno de los
habituales ganadores de carreras y demás retos traileros; “Oyeee…Y
túúú…. ¿Cómo entrenas?”. Uno no es especialista en entrenamientos pero
ha tenido la suerte de calentar, correr y entrenar con alguno de los
bichos que pululan por ahí. No voy a describir ningún programa porque no
los entiendo y porque sinceramente, casi nunca funcionan. Pero voy a
contar de algunos… Conceptos. Por comentar, pssss.
Mi primer incidente tuvo lugar con los crossistas del Muñatones,
en Muskiz (muy buenos por cierto). Brillante idea la de unirme a
ellos…Hasta compré un pulsómetro. Martes y jueves series. 15X400 mts a
1’20’’. Los jueves 4X2000 mts, 8X1000 mts y cosas parecidas. Los 400 mts
empezaban a 1’20’’ y nunca llegaban al 15º; eso sí, el 11º o el 12º
salían a 1’05’’. De los 1000 mts no me quiero ni acordar; las entradas
capilares me salieron entonces, de la velocidad, y mi pulso un día llegó
a 189 ppm que es lo mas cerca que he estado del colapso cardiaco. A los
dos meses estaba harto, corría algo mas rápido pero me dolía todo; de 6
componentes nos quedaban 2 sanos; teníamos una tendinitis aquilea, una
condromalacia rotuliana, una lumbalgia y un trastorno de personalidad (
el tío empezó a relinchar y había que amarrarlo por las noches). Por
supuesto uno de los supervivientes resultó subcampeón de Bizkaia de
Cross mientras el resto le animábamos… ¡Si no llega a ser por nosotros!
Primera lección; la calidad se trabaja mejor de forma personalizada
(cuestas, rectas…) pero hay que reconocer que la compañía ayuda.
Entrenando con "amigos".
Un buen día en el MAM de Juanma y Miguel conocí a un tipo flaco y
desgarbado con pinta de vasco; era Gaizka Itza. Siempre llevaba ruidos
encima, si no eran las llaves del coche era el “¡Beep!” del pulsómetro
al que no hacía ni puñetero caso. Como íbamos parecidos de ritmo
acabamos saliendo a entrenar juntos. Fue el descubrimiento de los
grandes rodajes, nada de 1h20’ a 15km/h, no; mas bien quedar el sábado,
botellín de agua y tirar millas, 2, 3 o 4 horas y de vez en cuando
pegando algún apretón (esos famosos parciales que todos tenemos anotados
en el cuaderno) que curiosamente siempre ganaba mi compañero y es que
sabe mas el zorro por viejo… A sensación pura. Un día de reto en Picos,
después de 40’ de tortura (es para contarlo) le pregunte al flaco “Arg,
arg, “¿Por qué no quitas el pitido del pulsómetro?” Arg, arg,arg” y me
contesto “Snif, snif, no sé cómo se quita, snif, snif”… “¡Glupss!” otra
hora y media estuvimos con el ¡Beep!
Lo más agradecido de las tiradas largas es que puedes ir
acomodando el ritmo a las sensaciones y a los compañeros y solo apretar
si realmente te apetece. Parar a beber agua y comer una chocolatina es
obligado. Si el rodaje ha sido bueno, normalmente al final serás mas
amigo de tus amigos. A veces no pasa esto. Una vez, Felipe de Okondo
quedó con Jabi de Orozko y cuando llegó a su furgoneta tras 3 horas de
“paseo”, después de despedirse del “amigo” se escondió en la trasera de
su vehiculo. Cuentan que después de una hora la fregoneta seguía en el
mismo lugar. Felipe yacía en su interior, semiinconsciente y en
conversaciones con el mas allá “¡Nunca Mais!”. Los rodajes tienen que
ser disfrutones en la medida de lo posible y a veces también conviene
hacerlos solo…
El pulsómetro; el cuentarrevoluciones del deportista, el chivato
que te puede dejar con el culo al aire si tienes algún rival cerca y no
has desconectado el ¡Beep! Muchos lo usan en el monte y otros lo hemos
usado. Recuerdo los primeros años, entrenando con Felipe por las lomas
del Ganekogorta, a ritmo cuesta arriba, a gusto. De repente me encuentro
intentando seguirle cuesta abajo, la muerte acechando en cada recodo
“¿Joder que rápido vamos no?”. La contestación os la podéis imaginar:
“Es que me ha dicho Kepa que entrene entre 150 y 180 pulsaciones/minuto y
voy a 140”. Pues nada hombre, lo que diga el pulsómetro, aunque
acabemos en urgencias…Por supuesto, llamada al trainer preocupado
porque cada día tienes que jugártela más cuesta abajo para mantener el
pulso (cuesta arriba, curiosamente, se mantiene alto, maldita sea)
dentro del margen y claro “Bruto, eso son referencias, lo importante es
la media final”.
Cross, velocidad terminal.
Otro día, en carrera, a otro compañero también le suena el ¡Beep!
“¿A cuánto vas?”, contestación “No lo se…”…La leche Txapel, con lo que
molesta la cinta y sobre todo el avisador acústico no es plan; luego
recortamos las etiquetas para quitar peso.
El pulsómetro es bueno (yo tengo un SUUNTO T6d flipante, sabe mas
que yo), ideal para entrenar y aprender a que intervalo de esfuerzo
pueden responder nuestras sensaciones pero está claro que el cuerpo no
es un infalible Formula1, si a caso un WRC, y que lo que realmente nos
marca el punto son…las sensaciones. Para aprender a conocerse está muy
bien.
Una vez estuve en un gimnasio por recomendación y la experiencia
fue breve por lo traumática. La fuerza es muy importante en la montaña,
cuando los desniveles son exagerados y sobre todo cuesta abajo que es
donde suelen penar los atletas clásicos. Cuando usamos la reductora el
corazón pierde importancia y la gana el músculo; la gacela y el rebeco.
Tu sistema cardiorrespiratorio puede ser una maquina súper eficiente
pero si tu tren inferior no es capaz de impulsar tu masa corporal hacia
arriba en pendientes del 100% o de frenar en esfuerzo excéntrico como
pasa en las bajadas, te puedes encontrar a falta de unos kilómetros con
mucho aliento y poca fuerza para llegar a meta o a casa. Asociamos el
trabajo de fuerza a las pesas; después de ver ciclistas, esquiadores y
futbolistas (gran componente de fuerza) la conclusión puede ser que
existen infinidad de maneras de trabajarla sin ir al gimnasio. Sin
pasar todo el día haciendo kilómetros verticales ni descensos suicidas
se puede mejorar el rendimiento en terrenos duros moviendo desarrollo en
la bici o esquiando (travesía y fondo), por poner un ejemplo. Y si te
gusta el gym leña al mono que a veces el paisaje compensa (usa los
espejos, con disimulo) y no te mojas aunque llueva. Si eres masoca
tienes la opción de ponerte lastre en los tobillos como hacen algunos
“animales” y tirarte al monte pero el día que vayas a una carrera
echarás en falta el peso…De verdad. Y que la fuerza te acompañe.
El material de competición es otra de las cosas que nos
desasosiega. Lo lógico es entrenar con el material que usarás para las
carreras. Nadie voló al espacio antes de probar las naves espaciales;
primero mandaron a un mono. Pues no seas mono.
Tendemos a reservar el calzado y accesorios para las ocasiones
especiales, razonable por otra parte, pero en algunas sesiones conviene
utilizarlo para verificar su conveniencia y a veces realizar cambios. No
es raro encontrarse 45’ después de la salida, a uno mismo incluso,
ajustando inútilmente el calcetín para frenar una ampolla o intentando
colocar los bastones en ese magnifico sistema de sujeción “automático”
del que no nos hemos leído las instrucciones ¿Cuántas veces hemos
terminado con los muslos en carne viva? Ocurre a veces que en la salida
empezamos a fijarnos en lo que llevan puesto los adversarios y de
repente pensamos que si no adoptamos las mismas tácticas que ellos vamos
a terminar arruinados; entonces es cuando llega la ruina y te mueres de
frío por haberte quitado la camiseta térmica (como me suena) o te rozas
toda la zona lumbar por cambiar tu mochila en favor de una “ligera”
riñonera como la de ese fenómeno que sube y baja como un demonio. Los
experimentos, con gaseosa y el material del día D cuanto más usado
mejor; no pasa nada por llevar las zapatillas un poco sucias.
Foto de colaborador. No es por chulear...
La semanita previa al momento cumbre, las dudas crecen. El lunes
llamas al coleguita de turno con tus ideas mas o menos claras, y de
repente te salpica: “hoy una hora rodar, mañana 2 horas bici, pasado 40´
fuerte, el otro 15 km…” ¡Y el domingo corre Rita! Sin que sea dogma, lo
normal es descansar unos días antes, sin perder sensaciones pero sin
necesidad de experimentar fatigas extremas; para eso está la
competición.
La primera vez que corrí “Cavalls del Vent”, tuve momentos de
gloria, el nirvana del deportista. Tres semanas antes, me surgió un
dolor muscular en el vasto interno de mi cuadriceps que no me dejaba
correr más de 30’ “¡Es el fin!”. Con paciencia, un poquito de paseo,
algo de bici y muchas siestas (alguna pastilla para los nervios hubiese
sido de ayuda también) llegó la fecha. ¡Sorpresa! No era necesario
correr, mi cuerpo iba solo, los músculos sin dolor, la circulación a
tope, el aire entrando y saliendo; yo pedía más y las piernas me lo
daban. Milagrosamente no me dolía el muslo y además, físicamente me
encontraba genial. Para mi desgracia y por culpa de mi egoísmo, olvide
devolverle a mi cuerpo tanta generosidad y el castigo llegó en forma de
pájara; como un Ferrari sin gasolina y con cara de tonto me quedé. No
fue milagro; supongo que estaba fresco y con el entrenamiento asimilado
como consecuencia del forzoso parón. El descanso es parte indispensable
del entrenamiento, es la única manera de compensar el machaque al que
nos sometemos para estar en forma. Somos deportistas aficionados pero es
inaceptable restarle importancia a esa vertiente de la preparación; si
eres lo suficientemente bruto como para esforzarte hasta ciertos
límites, no está de más que inviertas tiempo en recuperación, no es de
freekies, es de gente sensata, estirar, dormir y pagar por un buen
masaje. No te hagas un lio, estás de sobra entrenado.
Deportes alternativos y en familia.
Para ir terminando insisto en el cuidado personal; la actitud
que toma el deportista fuera de su terreno de juego se la podría definir
como un “entrenamiento invisible”. Un atleta profesional al que admiro
mucho, le restaba importancia en una mesa redonda argumentando que
suficiente tiene el deportista popular con entrenar como para
preocuparse de recuperaciones etc. Tal vez el profesional no lo ve claro
desde su nivel, pero desde el punto de vista de quién nunca se ha
dedicado en exclusiva al deporte y ha padecido sueño, lesiones, anemias,
mononucleosis y todo tipo de calamidade,s es muy importante el
“entrenamiento sin entrenar”. Esto abarca desde una sesión de descarga
muscular hasta la visita a un especialista si la cosa se tuerce; sin ser
profesionales, la actividad física es la motivación para muchos de
nosotros y si por descuidar una parte esencial del deporte, vamos a
terminar arañando las paredes de casa por haber sido imprudentes, es
mejor que paremos, pues correr, desgasta.
Una teoría; el cuerpo, sobre todo el corazón, es una máquina
diseñada con una duración y uso determinados. Quiere decir que si el
corazón late 2.600 millones de veces en 80 años de vida y en una maratón
unas 35.000 veces, cada temporada tendríamos crédito para unas 900
maratones pero claro, hay que trabajar, entrenar, hacer la guerra,
hacer el amor etc. Acciones que nos mantienen por encima de nuestro
nivel basal de funcionamiento, y para compensarlo solo nos queda una
opción; descansar para estar por debajo de ese umbral, sobre todo dormir
y alimentar nuestro organismo.
Ahora sí, para terminar y que quede claro, el concepto; el
entrenamiento forma parte del estilo de vida del “correcaminos” y lo
mejor es que sea lo mas natural posible, asimilable y lógico. Bien
combinado con el resto de nuestros quehaceres diarios, trabajo y familia
sobretodo, nos proporcionará equilibrio y mucha satisfacción. Y en
muchos casos puede ser una forma de fomentar nuestra vida social e
incluso familiar. Pero cuidado con quién entrenáis, por vuestra salud…"
Texto: Txus Romón
Imágenes:Argiñe Etxabe y Txus Romón
Fuente:http://www.corredordemontana.es
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